sábado, 13 de marzo de 2010

El cabo del terror


La versión original de Cape Fear, ese cuento infernal que volvió al cine en 1991 de la mano de la dupla Scorsese-De Niro, es una película de suspense precisa, elíptica, minimalista. La censura de la época hizo su parte en este asunto, y, contra lo que se pudiera pensar, el arte audiovisual de aquellos días no le debe poco. Por ejemplo, al final de Cabo de miedo (1962) no queda muy claro si el villano dejó a la niña intacta, y es curioso, pues el director J. Lee Thompson había batallado con los censores por ese motivo (de la cinta y de Max Cady).


El sometimiento sexual de la hija del abogado Bowden (Gregory Peck) se yergue durante el metraje como una sombra amenazante con la forma de Robert Mitchum: sin éste, la película no ofrecería la inquietud fascinante que parece invadirla todo el tiempo. Mitchum incorpora a Cady sin esa dimensión diabólica acentuada y explotada por Robert De Niro en el remake; el demonio de La noche del cazador (Night of the Hunter, 1955) es un Cady diabólico sólo en la medida de lo humano: ¿qué puede ser peor que matar a un pobre perro con estricnina? Incluso, se diría que Mitchum lo interpreta como cualquier otro de sus roles, arrogante y rudo hasta la intransigencia, pero debajo de eso vulnerable, y siempre enigmático e hipnótico.


La razón sin razón de Cady en su acoso de la familia Bowden es bien conocida: el abogado fue un testigo decisivo para su reclusión de 8 años por violación o intento de violación de una menor de edad. El hecho de que la presencia de Mitchum sea tan ominosa, y su tiempo en pantalla aparentemente tan breve, es una cualidad de la realización y toda una constatación de la verosimilitud lograda por el actor. La edición de George Tomasini y la partitura de Bernard Herrmann son también cruciales en la atmósfera de un thriller memorable.

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