viernes, 10 de mayo de 2013

Rubia, mala y adolescente: Blue Jeans (1975)


Realizado por Mario Imperoli a mayor gloria de su musa, la mítica Gloria Guida, el presente thriller erótico es un muy buen ejemplo, si definitivamente no de oficio cinematográfico, sí de lo lejos que puede llegar el gusto exquisito de un artesano --que no sólo un artista puede ser un hombre sensible-- en cuanto al sexo “débil” como generador de toda una atmósfera, con potencial sublimador; es decir: la femenina hermosura (y sus virtuales e irresistibles, diabólicas tentaciones) como el verdadero aparato reproductor de un filme por otra parte bastante insatisfactorio. Ya había acertado Godard al declarar que todo lo que se necesita es una chica y una pistola. Bellísima y extremadamente sensual hasta decir basta, Guida es “Blue Jeans”, una escultural niña de dieciséis años (con piernas torneadas e interminables dignas del Buñuel más cachondo) que, a poco de iniciado el metraje, se nos revela como una artera prostituta callejera; sus “víctimas” suelen ser hombres pequeño-burgueses de mediana edad, comprensiblemente encandilados por el atractivo engañosamente maduro de la jovencita. Luego, el retrato que hace Imperoli del meretricio infantil no es crítico ni de denuncia, aunque hacia el final de la cinta (de inmediato, empero justificado y sorpresivamente discreto, sensacionalismo) haya señas de lo contrario. En su mayor parte --por lo menos--, Blue Jeans se abstiene de retozones e inclusive escamotea al espectador la desnudez integral de su titilante estrella (fatal encarnación siempre y claramente más próxima a la Lolita de Kubrick o Adrian Lyne que a la novelesca original), para subrayar más bien el atractivo ambivalente de su profunda ingenuidad y desvalimiento: en otras palabras, su carácter de niña-mujer como cebo hábilmente jugado. De todas maneras, la presencia perturbadora de la pequeña Gloria se impone demasiado fácilmente sobre un guión con más relleno que suspenso y una producción torpemente fotografiada con necesidad de los tijeretazos de un eficiente montador (que, además, y acaso con la ayuda de un mejor regista, sepa sacar más partido escénico a una actriz físicamente, ya que no histriónicamente, sin pierde).

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